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El problema del karate funcional

El karate funcional tiene un gran problema y éste es sencillo de exponer, pero muy complejo de resolver.

A medida que pasa el tiempo, veo cada vez más un mismo patrón. Los karatekas buscadores, karatekas funcionales, aquellos que pretenden recuperar y hacer renacer el olvidado “toudi”, “ti” o “karate pre-siglo XX”, se encuentran solos. Se encuentran solos porque en su comunidad los han aislado por no compartir los mismos intereses que los otros practicantes de karate (ya sea tradicional o deportivo). Pero esa soledad no es tan real… Me explico.

Permíteme antes recordarte que ha salido a la
venta mi último proyecto.
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Tras meses de intenso trabajo, al fin cobra vida “Karate renacido”. Una obra que pretende ayudar a cualquier practicante de karate sea del estilo que sea, a encontrar una senda clara que le ayudará a descubrir la funcionalidad de su karate. Libro + videos guía para entender mejor la lectura.

Un camino paso a paso que describe cómo lograr destruir el karate que conoces para hacerlo resurgir de sus cenizas como un ave fénix🐦🔥

Mas fuerte y mas poderoso. 

Gracias a las nuevas tecnologías y a los medios de comunicación, podemos ver un mundo lleno de karate funcional. Sin embargo, la soledad parece no desaparecer. Y esto ocurre porque no somos capaces de unir fuerzas. Yo veo dos principales razones:

  • Egos– En cuanto al ego, hacer karate funcional nos coloca mentalmente en otro estado. Sabemos y conocemos de la disfuncionalidad de otros. Y aquellos que descubren este karate por primera vez, se sienten impactados por los que ya lo practican. Nos llaman sensei, nos tratan como grandes maestros para que les “iluminemos” (palabras textuales), nos dicen que les “llenemos de sabiduría” y demás halagos innecesarios. No somos grandes maestros. Somos maestros normales, pero de algo diferente. No obstante, ese ego hace que se cree un estatus en la comunidad. Un estatus que a veces puede dar miedo perder o compartir.
  • Malas presuposiciones – Hemos sido golpeados por el karate normativo tantas veces que, incluso cuando recibimos halagos de otros como nosotros, somos capaces de percibirlo como un insulto. ¿Qué pretende?, ¿por qué me dice esto?, ¿Por qué hace lo otro? Siempre buscando, desde nuestros propios traumas, una explicación que haga imposible encontrar un amigo. AL menos uno igual.

Estas dos premisas anteriores hacen del karate funcional una comunidad rota. Una comunidad de decenas de grupos pequeños que nunca tendrán el impacto que desean. Mientras en la comunidad angloparlante los grupos se cohesionan, colaboran, ven con optimismo cualquier oportunidad de hacer algo mayor, en la comunidad hispanohablante seguimos encerrados en nuestras propias cuevas. Encerrados en nuestras ideas que compartimos solo si hay un rédito ególatra detrás.

Honestamente, pese a que en la comunidad angloparlante se ha comercializado en exceso el karate funcional, pienso que han logrado hacer más bien que mal. Sin embargo, nosotros no hemos sido capaces. No hemos sido capaces de hacer un frente común capaz de mirar a los ojos al karate normativo y decir ¡Aquí estamos! No hemos sido capaces de hacer que dejen de reírse de nosotros. No hemos sido capaces de convocar a cientos. Es triste

A todos los karatekas funcionales les digo. Dejemos a un lado las estupideces y comencemos a trabajar juntos. Pero juntos en serio. Creemos oportunidades para todos y desarrollemos en una comunidad lo más homogénea posible el karate funcional. Es mejor tener menos méritos, dinero, halagos o lo que sea que nos mueva y llegar a mas gente, que tener a un grupo pequeño de adeptos a los que muchos no paran de ver como “eternos inferiores”.

Por otro lado, si eres uno de esos seguidores, sal de ahí. Hay una barrera en ese lugar que pone límite a tu karate. 

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